Justine Triet dirige su séptima película titulada Anatomía de una caída, un film que desde su estreno en Cannes tuvo multitud de premios (ganó la Palma de Oro), elogios, parabienes, etc., y que ha sido considerada una de las mejores películas del año pasado, que es un drama judicial interesante donde no importa realmente la verdad, si no la disección de la vida de una pareja descuartizada y que tuvo en el accidente de su hijo que le dejó sin visión un punto de inflexión.
Sandra Voyter (Sandra Hüller) es una escritora alemana que vive junto a su marido Samuel Maleski (Samuel Theis) y su hijo ciego Daniel (Milo Machado Graner) en una casa en mitad de los Alpes franceses. El inicio del film es que Daniel sale a dar un paseo con su perro, mientras su madre, que es escritora tiene una charla con una mujer que vino a entrevistarla. Cuando Daniel vuelve se encuentra a su padre muerto en extrañas circunstancias, iniciándose el proceso judicial para determinar las causas del fallecimiento y discernir si fue un homicidio o un suicidio.
Se hacen muchas reconstrucciones de lo sucedido para tratar de aclarar que pasó y siempre Sandra se mantiene firme en su inocencia, apoyada en su abogado y viejo amigo Vincent Renzi (Swann Arlaud).
Para el espectador en todo momento es una situación peculiar, ya que teniendo acceso a datos íntimos, conversaciones que el propio Samuel grababa para un proyecto de un libro (aunque era profesor) y donde se escuchan peleas entre la pareja, conversaciones entre la protagonista y su hijo, entre ella y su abogado, etc., hace que tengamos una visión sesgada quizás, lo que al final nos convierte en parte del jurado popular sin poder de decisión. Pero los personajes y la situación son muy ambiguos y cada pista que se da en el juicio nos complica todo en mayor medida, tantos matices lo hace algo inabarcable.
La declaración de Daniel será al final decisiva en el juicio y su perro Messi, un protagonista secundario pero crucial.
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