martes, 31 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXXVI)


Clint Eastwood protagonizó la tercera entrega de Harry, esta vez El Ejecutor, interpretando al inspector de homicidios de San Francisco Harry Callahan, dirigido por James Fargo y Robert Daley, en esta ocasión. En este caso, un grupo de terroristas autodenominados Acción revolucionaria del pueblo, amenazan con hacerlo volar todo después de robar en una fábrica de armas mucha munición, si no se cumplen sus demandas. Harry, sigue poniendo de los nervios a sus superiores por sus métodos poco ortodoxos pero efectivos, será quien los persiga, más después de que su compañero muera a manos de los violentos. Pone toda la carne en el asador y remueve toda la ciudad hasta encontrarlos, iglesias de por medio, y tendrá de compañera a Kate Moore (Tyne Daly), una mujer recién salida de la escuela de oficiales.
En una escena mítica, Moore tiene la prueba final para ser inspector, y Harry, destinado a personal como castigo, le hace varias preguntas sobre si ha hecho detenciones en casos difíciles, ante la respuesta negativa de ella y la secretaria que le acusa de machista. Para Harry ser inspector es algo que pone en riesgo muchas vidas...


Os dejo con la mítica escena.

lunes, 30 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXXV)


Howard Hawks dirige Río Bravo en 1959, un western algo claustrofóbico (ideal en los tiempos que vivimos), pero una de las cumbres de un director que fue maestro en varios géneros, pero que en el western lo bordó. Con guión de sus íntimos colaboradores Leight Brackett y Jules Furthman basado en la historia de B. H. McCampbell, que narraba una amistad a través del enfrentamiento entre el sheriff John T. Chance al que da vida John Wayne y sus dos ayudantes contra un terrateniente Nathan Burdette (John Russell) que quiere rescatar a su hermano encarcelado Joe Burdette (Claude Atkins). Chance sólo tiene la ayuda de un viejo simpático, algo cascarrabias, pero mítico personaje Stumpy a cargo del entrañable Walter Brennan, de Dude (Dean Martin), un tipo dado a la bebida por culpa de su mujer y en cierto modo también por Colorado Ryan, al que da vida un joven cantante Ricky Nelson (sustituto de Elvis Presley, que no llegó a un acuerdo económico por medio de su agente). Los cuatro se enfrentan al  terrateniente, cerrándose poco a poco el cerco sobre ellos y tendrán en la prisión del pueblo su propia prisión, y a la vez un lugar seguro.
Como no puede ser de otra forma también hay lugar para el amor en un western evidentemente masculino, y ahí es donde reluce con protagonismo estelar Angie Dickinson, dando vida a Feather, una vividora que huye de su dudoso pasado y que enamora al sheriff. Precisamente la escena final, él hace llorar a Feather demostrándola de una manera tosca que la quiere, además de tener su lado cómico.


Os dejo con la mítica escena.

domingo, 29 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXXIV)


Guy Ritchie dirige en 2009 su particular versión de Sherlock Holmes, el más famoso detective creado por la imaginación de Sir Arthur Conan Doyle. Hablamos de un personaje creado en la época victoriana de finales del S. XIX y que destacaba por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles. Y aquí todo eso sigue vivo, pero el director nos muestra a un Holmes, al que da vida Robert Downey Jr., acompañado de su querido Watson (al que interpreta Jude Law), casi convertido en un hombre de acción, que pelea, utiliza la fuerza y es casi más cercano a James Bond pero sin coche, cuyas acciones detectivescas se funden con mucho nervio con la acción más trepidante. Por un lado no pierde la esencia del personaje original, si no que además lo moderniza, de una manera para mi muy acertada. Si que es cierto, que una producción tan costosa, debe llevar implícita diversión para el espectador, pero me parece que está muy bien canalizada, y en mi visionado de ayer disfruté mucho y parecía estar a caballo entre el S. XIX y el S. XXI, dependiendo de la escena.
Hay una escena, donde se muestran claramente las habilidades de siempre de Sherlock Holmes, cuando van al cementerio donde supuestamente Lord Blackwood (Mark Strong) ha resucitado, y ha salido de la tumba. El inspector Lestrade (Eddie Marsan) informa a Sherlock y este manda sacar el ataud, para ver lo que realmente hay dentro e indagar.


Os dejo con la escena del cementerio.

sábado, 28 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXXIII)


En el año 2000 Guy Ritchie dirigió Snatch, cerdos y diamantes, tercer film de su carrera y donde definirá lo que serán señas de identidad de su estilo a partir de ese momento, es decir, ese estilo estético con ángulos de cámara inverosímiles, planos aberrantes, un montaje lineal cronológico y paralelo de acciones simultáneas, algo así como mezclar a Quentin Tarantino y a Christopher Nolan. 
Con un reparto coral y espectacular con Dennis Farina, Brad Pitt, Benicio del Toro o incluso Jason Statham, la historia se sitúa en los bajos fondos criminales de Londres. Hay dos historias que se entrelazan, por un lado la de la búsqueda de un diamante robado y que posee Franky "Cuatro Dedos" (Benicio del Toro) que lo ha robado para su jefe Primo Avi (Dennis Farina), pero antes de dárselo se deja convencer por un ruso llamado Boris (Rade Sherbedgia) para apostar en un combate ilegal de boxeo, aunque en realidad es la trampa para arrebatarle el diamante, y es ahí donde entra la otra parte, la del promotor de boxeo de poca monta llamado Turco (Jason Statham) que se encuentra atrapado bajo el yugo de un gánster despiadado conocido como Ladrillo (Alan Ford). Cuando Primo Avi se entera de que le pueden birlar el diamante, contrata a Tony "Dientes de Bala" para encontrar a Franky y al diamante, pero se las tiene que ver tanto con el ruso Boris "El Navaja"  como con unos pobres diablos llamados Vinny (Robbie Gee), Sol (Lennie James) y Tyrone (Ade), contratados por Boris.
En una escena mítica Tony "Dientes de Bala" entra a una taberna a beber una pinta, pero entran y le abordan el trío de negros antes referido, Vinny, Sol y Tyrone, a los que les suelta un monólogo bestial que hace que se vayan acongojados.


Os dejo con le mítica escena.

viernes, 27 de marzo de 2020

Bandas sonoras míticas de películas (XXIX)


Como decía ayer, Ben-Hur, por la que tengo especial devoción, es una película de 1959 dirigida por William Wyler y que fue galardonada en su día con 11 Oscars nada menos, entre ellos el de mejor banda sonora original compuesta por el húngaro Miklós Rózsa.
Se trata de una obra maestra del cine, sin ningún lugar a la duda. Charlton Heston interpreta a Judá Ben-Hur, hijo de una familia noble de Jerusalem que es amigo de Mesala (Stephen Boyd), un tribuno romano que dirige los ejércitos de ocupación en la época de Augusto y Tiberio, y a los que un accidente involuntario convierte en enemigos. Ben-Hur es acusado de atentar contra la vida del nuevo gobernador romano y él y su familia son detenidos por orden de Mesala, al caerse un trozo de teja de la casa donde vivía. Judá es mandado a galeras a remar para cumplir su condena, y pasa una larga travesía hasta poder regresar a casa.
Su banda sonora sabe jugar fantásticamente con los temas, personajes y trama, y en todo momento está incrustada de manera perfecta en el film, tanto melodías como marchas.


Os dejo con la marcha romana de la entrada de Grato a Jerusalem.

jueves, 26 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXXII)


Ben-Hur, por la que tengo especial devoción, es una película de 1959 dirigida por William Wyler y que fue galardonada en su día con 11 Oscars nada menos.
Se trata de una obra maestra del cine, sin ningún lugar a la duda. Charlton Heston interpreta a Judá Ben-Hur, hijo de una familia noble de Jerusalem que es amigo de Mesala (Stephen Boyd), un tribuno romano que dirige los ejércitos de ocupación en la época de Augusto y Tiberio, y a los que un accidente involuntario convierte en enemigos. Ben-Hur es acusado de atentar contra la vida del nuevo gobernador romano y él y su familia son detenidos por orden de Mesala, al caerse un trozo de teja de la casa donde vivía. Judá es mandado a galeras a remar para cumplir su condena, y pasa una larga travesía, pero antes un hombre llamado Jesús de Nazaret (Claude Haeter) se apiada de él y le da de beber, cuando el romano de turno le quitaba el agua y especificaba que no debía darse agua a Judá. Esta es la escena mítica de hoy, cuando el romano insiste en que no se debe dar agua a Judá, recula varios pasos cuando se da cuenta de que es Jesús el que le da agua.


Os dejo con la mítica escena.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXXI)


Anoche revisioné Los Siete Magníficos, película dirigida por John Sturges en 1960, un clásico entre clásicos, en su día film muy taquillero y que han disfrutado generaciones enteras desde su salida. No es que sea una obra maestra, pero es una película muy disfrutable con momentos realmente excelentes. La idea surgió de Yul Brynner, una de las estrellas que forman parte del reparto y que propuso al productor Walter Mirish hacer un remake de Los siete samurais de Akira Kurosawa (1954), acertando de pleno en su visión. Reorganizando todo y haciendo su remake con distancia y adaptándolo, y sin llegar a la excelencia del film japonés, cierto es que es muy loable. De hecho, Kurosawa impactado por el remake, lo agradeció de tal forma a Sturges, que le regaló una espada samurai a este.
Un pueblo mexicano es saqueado cada cierto tiempo por un despiadado grupo de bandidos, comandados por el temible Calvera (Eli Wallach, brutal como siempre) que se aprovechan de ellos sin piedad. Hartos de la situación, deciden defenderse y contratan los servicios de unos pistoleros comandados por Chris (Yul Brynner), que encabezaba el extraordinario reparto, aunque se llevaba a matar con Steve McQueen, y donde estaban también Charles Bronson, Robert Vaughn o James Coburn.
En una escena mítica, Chris hace el casting al grupo de pistoleros con el que va a trabajar, y aparece un chico joven interpretado por Horst Buchholz, muy impulsivo y orgulloso. Le prueba su rapidez con las palmadas de la mano y le deja en evidencia al sacarle antes la pistola de que junte las manos y el chaval hundido se va por donde había venido...


Os dejo con la mítica escena.

sábado, 21 de marzo de 2020

Escenas míticas del cine (CXX)


Bonnie and Clyde, film de Arthur Penn de 1967 me marcó mucho en su momento, de hecho es una película que marcó el nuevo comienzo de una época dorada de Hollywood, a finales de los 60. Hace poco lo he vuelto a revisar, y detecté síntomas de que no pasa como debiera los rigores del tiempo, con algunas cosas que se quedan hoy día algo desfasadas, aunque sigue teniendo como base un guión realmente potente. La historia de Bonnie Parker y Clyde Barrow, como muchos sabréis, es real, fueron unos famosos forajidos, ladrones y criminales que existieron en Estados Unidos durante la Gran Depresión y que despertaron gran simpatía entre la sociedad americana y fueron comparados con unos Robin Hood modernos, entre 1932 y 1934, más o menos, además de que su trágico final les elevó a la categoría de leyenda.
Warren Beatty (productor de la película también) y Faye Dunaway (que finalmente tuvo el papel después de muchos castings) interpretan de manera fastuosa a la pareja, en cuyo reparto también están Gene Wilder y un joven Gene Hackman, en una película que tiene violencia, amor y porqué no decirlo, cine negro.


Hoy me quedo con la escena final, con el cerco sobre ellos ya muy cerrado. Salen del pueblo donde habían comprado provisiones y van por la carretera, allí les pide ayuda el padre de uno de sus compinches C.W. Mood, Ivan Mood (Dub Taylor) que había tratado con la policía tenderles la trampa. Hace parar a Clyde que conducía, y en cuanto detecta que la policía está apostada detrás de los árboles, se esconde debajo de su camioneta. La mirada entre Clyde y Bonnie de un segundo anuncia su muerte, el tiroteo es sin compasión, y los rematan.

Os dejo con la mítica escena final de la película.

lunes, 9 de marzo de 2020

Ha fallecido Max Von Sydow.


El actor sueco mítico Max Carl Adolf Von Sydow ha fallecido ayer en su casa de París, Francia, dónde vivía hace décadas desde que se casó con Catherine Brelet, a los 90 años de edad. Fue nominado durante su carrera dos veces al Óscar, por Pelle el Conquistador (1987) y por Tan fuerte, tan cerca (2011), pero sus muchos trabajos con su compatriota Ingmar Bergman le dieron mucho reconocimiento, además de actuar también a las órdenes de John Houston, Steven Spielberg, Woddy Allen, David Lynch, Martin Scorsese o Sydney Pollack, entre otros. Hizo de todo, de Jesucristo, del demonio, jugó al ajedrez con la muerte, luchó contra Lucifer con agua bendita, fue el cuervo de tres ojos, Strindberg, el villano Blofeld, el papa Clemente VII, Eugene O'Neill, el Emperador Ming, incluso fue el Abuelo de Heidi.
Nacido en Lund, Escania (Suecia), en el seno de una familia aristocrática, su padre Carl Wilhelm fue profesor de la Universidad de Lund, además de etnólogo y experto en folklore y su madre Friherrinna (baronesa) Greta Rappe, fue maestra de escuela. Asistió al colegio católico de Lund y se habituó a hablar en alemán e inglés desde los nueve años, y fue allí en el colegio junto a algunos compañeros, donde fundó una compañía de teatro amateur y empezó a subirse al escenario, esa era su gran pasión, según él mismo dijo "el teatro es donde los actores trabajaban juntos con todo el personal y el director y la experiencia es más intensa". Después de cumplir el servicio militar, asistió al Teatro de Arte Dramático ("Dramaten") de Estocolmo, donde estudió interpretación desde 1948 a 1951 con otros ilustres actores suecos como Lars Ekborg, Margaretha Krook e Infrid Thulin. Esa fue la época en la que debutó en pantalla grande con el director Alf Sjöberg en 1949.


Se trasladó a Malmö en 1955 y allí conoció a quien sería su mentor Ingmar Bergman. Su primer trabajo juntos fue una representación en el Teatro municipal de Malmö con el montaje de La gata sobre el tejado de zinc de Tennessee Williams. Luego hace películas con él como El séptimo sello (1957), Fresas salvajes (1957) y El manantial de la doncella (1960). Fue en sus películas con Bergman donde perfeccionó su estilo. Muchos años estuvo remiso a los cantos de sirena de Hollywood y seguía haciendo cine en su país, pero en 1965 interpretó a Jesús en la producción de George Stevens La historia más grande jamás contada, papel que le catapultó directamente al estrellato en Hollywood y tuvo que mudar su residencia junto a su mujer la actriz Kerstin Olin y sus hijos a Los Ángeles. A partir de ahí compaginó sus papeles en la meca del cine con películas de su viejo amigo Bergman, hasta que en 1973 interpretó uno de sus personajes más conocidos, el del padre Merrin en El Exorcista, que le valdría una nominación a los Globos de Oro. Por su porte y su voz encarnó al villano de turno en superproducciones, incluso riéndose un poco de ellos como emperador Ming en Flash Gordon (1980) o como Blofeld en la bondiana Nunca digas nunca jamás (1983).
Fue un asesino en Los Tres días del Cóndor (1975), un artista atormentado en Hannah y sus hermanas (1986) de Woody Allen además de hacer películas como Hawái (1966), Conan el bárbaro (1982), Dune (1984), Despertares (1990), La tienda de Stephen King (1993), Mientras nieva sobre los cerdos (1999), Minority Report (2002), Shutter Island (2010) o Robin Hood (2010), toda una variedad que nos demuestra su enorme capacidad y que él era puro cine. Apareció en Star Wars, Episodio VII y en Juego de Tronos en 2015, ya muy mayor. Su última aparición en el cine fue Kursk (2018), de Thomas Vitenberg (de la que hablé aquí), en la que encarnaba a un almirante de la armada rusa.


Hoy le quiero recordar con dos escenas, un pequeño homenaje a este grande.

Primero la escena de la película Los Tres Días del Condor de 1975 dirigida por Sydney Pollack, donde es Joubert, un asesino que manda ejecutar a toda la plantilla de compañeros de la CIA que trabajan con Turner (Robert Redford) que se salva de chiripa.





Y en segundo lugar en la película El séptimo sello de 1957 dirigida por Ingmar Bergman la escena en la que Antonius Blovk se encuentra con la muerte después de su vuelta de Las Cruzadas en pleno S. XIV (cuando la Peste Negra asolaba Europa), con quien juega una partida de ajedrez.

domingo, 8 de marzo de 2020

The Gentlemen (2020)


Si repasamos la carrera del director Guy Ritchie, es más que evidente que todas sus películas tienen una marca personal única e intransferible, al igual que lo pueden tener con otros estilos gente como Quentin Tarantino o Spike Lee. Desde que visionara Snatch, cerdos y diamantes, tengo a este director en un pedestal, que ha ido con películas como Rockandrolla o su particular Sherlock Holmes, engrandenciendo su caché. Aquí en The Gentlemen, el británico ha recuperado mucho de lo que le distingue como director con estilo propio, y que hay que admitir que había ido perdiendo, quizás porque la industria de Hollywood le ha ido barriendo hacia adentro. Es por esto, que Mr. Ritchie ha vuelto al lugar donde mejor se siente con un thriller criminal que le va como anillo al dedo, eso sí, no todo es perfecto y pasaré a señalar los problemas que contiene, aparte de no innovar. 


Y digo bien si afirmo que Guy Ritchie ha vuelto a lugares comunes de sus mejores obras, para salir a flote del fondo en el que se sumió con Alladin, a ese Londres marginal, macarra, con mucha violencia y gente corrupta para contarnos la historia de Mickey Pearson, un capo de la droga muy británico, al que da vida un gran Matthew McConaughey, y que intenta vender su imperio a una familia multimillonaria de Oklahoma. Todo esto viene narrado por un personaje, Fletcher, al que interpreta Hugh Grant, que empieza muy bien, y que está muy divertido, pero que se vuelve pesado y hace que el film pierda ritmo. Y es una pena, porque la tirada de actores que están soberbios, a parte del citado McConaughey, se completa con un brutal Colin Farrell y unos grandes Charlie Hunnam, Michael Dockery o Jeremy Strong.



Es más que evidente, que las señas de identidad de Ritchie, que siguen haciendo de él un grande, están presentes, es decir, esa violencia desenfrenada, el lenguaje sucio y lleno de palabrotas, la testosterona y el humor muy negro, que en sus films son indispensables, aquí están a máximas revoluciones. En otro orden de cosas, el poderío visual sigue siendo uno de sus pilares básicos, y su puesta en escena sigue siendo magnífica, jugando con el espectador y haciendo parecer unas cosas, que luego son otras. 


Ha vuelto Guy Ritchie para hacernos disfrutar, y en este film no está al nivel de sus obras maestras, pero si que es cierto que merece y mucho la pena que se haya recuperado. Todos los detalles que hicieron de su carrera una gozada, aquí están sacados a relucir en muchos momentos, y lo cafre está a la orden del día, también la chulería y las situaciones surrealistas, que están llevadas de manera magnífica, dentro del contexto en el que transcurren los hechos que se narran.


Os dejo con el tráiler del film.