En 1974 Roman Polanski dirige Chinatown, una desoladora y fascinante película que tuvo la mala suerte de coincidir en el mismo año con la segunda parte de El Padrino que se llevó los premios grandes en los Oscars, de hecho Chinatown tenía 11 nominaciones. Se trata de un guión de Robert Towne que propone un relato de época (ambientado en los años 30) y una investigación criminal inspirada (como aseguraba el propio Polanski) más en la literatura negra que en los films de ese género que, precisamente, entre los años 30 y 50, tanta presencia tuvieron en el cine norteamericano. Polanski no tiene a los clásicos como referentes (Hawks o Lang) si no que en vez de reverenciarlos u homenajearlos, lo que hace es posicionarse detrás de la cámara con una mezcla de humildad y cierto descaro juvenil con tal resultado que por momentos está a la altura de aquellos o incluso los supera.
La historia se desarrolla en Los Ángeles en 1937, donde el detective Gittes (Jack Nicholson), especializado en divorcios, recibe la visita de la esposa de Mulwray, Evelyn (Faye Dunaway), el jefe del Servicio de Aguas de la ciudad, que sospecha que su marido la engaña. Pero la cosa se complica, ya que al mismo tiempo Gittes descubre que los agricultores acusan a Mulwray de corrupción por su negativa a construir un pantano que paliaría la sequía que sufren. Poco después el escándalo salta a la prensa, pero no todo queda ahí, ya que una mujer revelará algo brutal a Gittes en su despacho.
Lo brutal de esta película es que John Houston interpreta a Noah Cross, multimillonario, y el propio Polanski interpreta un pequeño papel de matón, pero mítico ya que en una escena más mítica aún, es el que corta la nariz con un cuchillo a Gittes cuando este empieza a investigar en las instalaciones del Servicio de Aguas.
Os dejo con la mítica escena.
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