Otto Preminger dirige en 1959 Anatomía de un asesinato, un impresionante drama judicial, en el que se cuenta la historia de Fredrick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército que asesina fríamente al presunto violador de su mujer Laura (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler al que da vida el siempre excelente James Stewart, un honrado y humilde hombre de leyes de una pequeña ciudad. Y aquí he de hacer un inciso, ya que la carrera de James Stewart, está siempre llena de personajes que transmitían bondad y buenos sentimientos, lo que podríamos resumir como un buen hombre, no recuerdo papeles donde interpretara personajes de dudosa moral (quizás como mucho en Dos cabalgan juntos de John Ford), y cuidado esto no significa para nada que estuviera encasillado, una carrera de papeles tan variados como la suya donde había westerns, thrillers, etc., junto a los mejores directores y de un nivel tremendo. Pero en esta película su personaje está en época de vacas flacas, y decide aceptar un caso de asesinato en el que en principio tiene casi todo en contra, y utiliza todas las argucias posibles para defender a un verdadero culpable. Tal es así, que en el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia.
En una escena muy brillante, Paul le pregunta a Laura quien tiene las bragas que supuestamente el violador le arrancó, y ella le contesta que no las encontraron, a pesar de ir con la policía a buscarlas. Laura se insinúa a Paul, pero en un alarde de inteligencia, él le recuerda que su marido Frederick está mirándolos por la ventana...
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