Mi película favorita cómica, sin duda es El Jovencito Frankestein, dirigida por Mel Brooks en 1974. Una de las comedias más disparatadas, delirantes, ingeniosas y divertidas de la historia del cine. Se trata de una de esas conjunciones donde todo funciona, y no sólo eso, sino que lo hace con un encanto especial, algo tocado con una varita mágica e irrepetible. Además y por si fuera poco, tiene la capacidad curativa de hacer olvidar problemas de la vida cotidiana, y te sientes completamente absorbido por la pantalla, en su hora y tres cuartos de duración.
Rodada en blanco y negro aposta, en ella, el joven doctor Frederick Frankestein (Gene Wilder), un neurocirujano norteamericano, ha huído siempre del estigma legado por su abuelo, quien creó años más tarde un monstruo. Ahí, es donde el guión perpetrado por Brooks y Wilder hace un desprejuiciado homenaje, que a la vez es parodia, y como no revisión del mito cinematográfico, cuya creación era de Mary Shelley.
En una escena magnífica, el Doctor se da cuenta de que el monstruo hace cosas muy raras dirigidas por un raro cerebro, es entonces cuando pregunta a Igor (Marty Feldman) sobre el cerebro que él le mando coger, y Igor responde que era de un A... Normal...
En una escena magnífica, el Doctor se da cuenta de que el monstruo hace cosas muy raras dirigidas por un raro cerebro, es entonces cuando pregunta a Igor (Marty Feldman) sobre el cerebro que él le mando coger, y Igor responde que era de un A... Normal...
Os dejo con la graciosísima escena.