miércoles, 21 de diciembre de 2022

Notre-Dame brûle (2022)


Jean-Jacques Annaud fue el encargado de dirigir este film, que camina a medias entre el documental y el drama, una operación parecida a la que hizo Oliver Stone en 2006 con World Trade Center, aunque evidentemente ni las consecuencias son las mismas ni estamos hablando de dos monumentos equiparables, ni mucho menos. La idea fue reclutar a un famoso director que ilustrara con todo el énfasis posible, una tragedia de magnitud enorme reciente de su propio país, y con ello hacer un espectáculo. Annaud da la talla y con su veteranía saca adelante todos los entresijos de como y porqué se produjo tal catástrofe y trata con bastante realismo la situación caótica que vivieron los bomberos ante las circunstancias que se les presentaron.


Vamos con los datos precisos, ya que en la película recrea el incendio que sufrió la Catedral de Notre-Dame de París en abril de 2019, en plena Semana Santa, que en ese momento se encontraba en medio de unas obras de restauración, es decir, rodeada de andamios y con bastantes operarios trabajando allí. El virulento incendio provocó que su emblemática aguja Viollet-le-Duc, construida entre los siglos XII y XIV, y el tejado de la catedral gótica de la capital francesa colapsaran y tan solo una hora después de haberse declarado el incendio, se derrumbaran. Hablamos de una catedral cuya primera piedra se colocó en 1163, y desde que se terminó en 1345 (aunque sufrió modificaciones a lo largo de los siglos) ha sido catedral símbolo del catolicismo, del paisaje habitual de París (lo que se llama ahora skyline) y uno de los monumentos más visitados del mundo, con una media de 13 millones de visitantes anuales.

Especialmente brillante me parece la parte inicial del film, unos primeros 20 minutos donde la ortodoxia narrativa se impone, describiendo un día corriente en la catedral, con turistas, agitación, un trabajador que acude a su primer día de trabajo y será el que de la señal de alarma del incendio (¿una colilla?, ¿una chispa?...). Se produce la llegada de los bomberos bastante caótica, ya que recordemos está ubicada en la pequeña isla que forma el Río Sena y llamada Isla de la Cité, con lo que el acceso con el mucho tráfico y las calles pequeñas del barrio latino cercano impidieron la llegada rápida del cuerpo de bomberos. Una vez allí, los accesos dentro de la propia catedral también son antiguos, teniendo que abrir las puertas de las escaleras los propios trabajadores del monumento con llaves antiquísimas, todo ello a contrareloj. Un momento especialmente cumbre es cuando consiguen sofocar el incendio en la zona de la campana, que hubiera sido un auténtico desastre, aún mayor del que ya era.


Os dejo con el tráiler del film.

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