Florian Zeller dirige El Padre, ópera prima de este director que se maneja como un auténtico veterano curtido en mil obras. Ejerce un dominio impropio de un debutante, y nos muestra con muchos recursos una situación dramática para que tengamos todos los puntos de vista posibles ante una situación muy difícil, generando un ejercicio muy inmersivo de la circunstancia. La puesta en escena, el trabajo de cámara (en ocasiones sublime) y la planificación son perfectos y sirven para que nos introduzcan de lleno en la realidad de un hombre enfermo en el que reinan la desorientación, las incongruencias, los desajustes temporales y los cambios que afectan a la voluntad de una mente que se deteriora día a día.
La música de ópera mezclada con las composiciones de Ludovico Einaudi, es el complemento perfecto, suaves y sensibles melodías de piano que nos describen situaciones de un mal que transforma la realidad del paciente en un laberinto, en el que cada vez ve menos salidas, y del familiar en una lucha constante y dura. El film es un crescendo constante llevado magistralmente, hasta explotar en un tercer acto devastador que provoca lágrimas en la butaca. Me resultan especialmente impactantes los flashbacks, la repetición de escenas de atrás hacia adelante y al revés, para entender en qué estado tan tremendo se encuentra el protagonista, recursos del director brutales que hacen este trabajo único y que si se hubieran narrado de forma cronológica no hubiera tenido gancho seguramente.
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