En 1974 Blake Edwards dirige La semilla del tamarindo, un film basado en la novela de Evelyn Anthony y que tenía como protagonistas principales a Omar Shariff y la que por aquel entonces era la esposa del director, Julie Andrews. Esta película en su día tuvo críticas realmente duras, ya que Edwards estaba tratando de cambiar el sentido de su obra, sin embargo, si se revisa bien esta notable película, sus imágenes brindan al espectador una suerte de sorda melancolía y su visión casi nihilista del enfrentamiento de bloques resulta de gran actualidad, además de estar rodada con mucha convicción.
La historia nos cuenta la vida de Judith Farrow, a la que da vida Julie Andrews, que tras la muerte de su marido en un accidente, se siente culpable de la frialdad de su vida conyugal en los últimos tiempos. Es por esto, que la relación que ella mantiene con un coronel ruso llamado Feodor Sverdlov (Omar Shariff), no sea fácil, siendo ella secretaria de un alto funcionario de la embajada británica en París. Esta relación pone en estado de alerta al Servicio de Inteligencia Británico. Pero esa relación el director la introduce de manera pausada, dentro de una descripción de la fauna humana que hay a su alrededor que ejercerán a la larga de auténticos manipuladores de una atracción espontánea y sincera. Y es ahí, en el montaje donde está la parte más cuadrada e interesante del film, es entonces cuando desfilan un conjunto de personajes algo desoladores, sobre todo por su forma de ser, Jack Loder (Anthony Quayle) es un personaje desagradable y pragmático, pero la pareja más odiosa es la que forman Fergus Stephenson (Dan O'Herlihy), un diplomático arribista que esconde su homosexualidad, pese a estar casado con una auténtica arpía, Margarte (Sylvia Syms), conocedora de su condición sexual, pero que pese al desprecio que siente por su pareja, no duda en mantener las apariencias familiares, incluso tienen hijos, con el fin de lograr para su esposo el objetivo de una embajada. Así se nos muestra un cuadro en el que una relación de lo más sincera, será ensombrecida por la crueldad humana a su alrededor.
Edwards para este film cambió a su fiel Henry Mancini para la banda sonora original, por un compositor como John Barry, que a pesar de su repetitivo leit motiv, funciona perfectamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario