Mi película favorita cómica, sin duda es El Jovencito Frankestein, dirigida por Mel Brooks en 1974. Una de las comedias más disparatadas, delirantes, ingeniosas y divertidas de la historia del cine. Se trata de una de esas conjunciones donde todo funciona, y no sólo eso, sino que lo hace con un encanto especial, algo tocado con una varita mágica e irrepetible. Además y por si fuera poco, tiene la capacidad curativa de hacer olvidar problemas de la vida cotidiana, y te sientes completamente absorbido por la pantalla, en su hora y tres cuartos de duración.
Rodada en blanco y negro aposta, en ella, el joven doctor Frederick Frankestein (Gene Wilder), un neurocirujano norteamericano, ha huido siempre del estigma legado por su abuelo, quien creó años más tarde un monstruo. Ahí, es donde el guión perpetrado por Brooks y Wilder hace un desprejuiciado homenaje, que a la vez es parodia, y cómo no, revisión del mito cinematográfico, cuya creación era de Mary Shelley.
En una escena cómica bestial el monstruo al que da vida (nunca mejor dicho) Peter Boyle, tiene un encuentro con Elisabeth (Madeline Khan), la obsesiva novia del doctor, y se produce una curiosa liberación sexual por parte de ella, a pesar de decir que está comprometida... y termina cantando aquello de Ohh dulce misterio de la vida...
En una escena cómica bestial el monstruo al que da vida (nunca mejor dicho) Peter Boyle, tiene un encuentro con Elisabeth (Madeline Khan), la obsesiva novia del doctor, y se produce una curiosa liberación sexual por parte de ella, a pesar de decir que está comprometida... y termina cantando aquello de Ohh dulce misterio de la vida...
No hay comentarios:
Publicar un comentario