Como decía ayer, Peter Weir dirigió en 1989 El club de los poetas muertos, cuyo principal papel protagonista era interpretado por Robin Williams. Aunque esta película podría estar ambientada hoy día, nos empieza situando en la academia Welton (en Vermont), el primer día del curso 1959-60. Allí en el aula magna de la vieja escuela, pronto se verán algunos puntos que marcan el devenir de los protagonistas de la historia, sobre todo la férrea disciplina de los responsables de la misma y como no, el control absoluto de los padres sobre la vida de sus hijos. Una de las pocas novedades de la presentación de ese curso y gran bocanada de aire fresco en ella, es la presentación del nuevo profesor de literatura, John Keating, al que da vida un magnífico Robin Williams, un antiguo alumno de la escuela.
Las clases empiezan con la misma monotonía de siempre, es decir, dictados, repeticiones, muuuchos deberes, amenazas de sanciones si no los hacías, todo sobre raíles, hasta que llega la primera clase de Keating, quien sorpresivamente invita a todos a salir del aula e ir a un expositor donde hay una foto de la primera promoción de Welton, un grupo de alumnos, que según Keating nunca consiguieron entender el "carpe diem". Ese será el punto de partida para que Keating despliegue todo su arsenal y sus alternativos métodos para que los alumnos decidan por sí mismos. Habrá cuatro de sus alumnos (Neil, Todd, Knox y Charlie) que decidirán recuperar un viejo club de la época de Keating, "El club de los poetas muertos", club clandestino donde reunirse, leer poesía, charlar... vivir en definitiva.
La banda sonora corrió a cargo de el gran Maurice Jarre, una delicia compositiva con instrumentos de cuerda antiguos en muchos momentos y siendo una herramienta fundamental dentro del film.
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