Steven Spielberg dirige Indiana Jones, en busca del arca perdida en 1981, una de esas joyas del cine por la que no pasan los años. Todos los elementos cuadran a la perfección, estaban el talento del director, un creador y las ganas de contar con mucha pasión historias antiguas donde la aventura está presente en todo momento, y que de niños les habían hecho soñar. Recordemos que George Lucas había creado Indiana Jones en 1977, y Spielberg estaba deseando hacer un film al estilo James Bond, pero Lucas le salió con el arqueólogo que recorría medio mundo buscando tesoros y que se metía en mil líos y peligros. Spielberg tenía claro que el papel era para Harrison Ford, pero Lucas no quería que se convirtiera en una relación fetiche, como la que tenían Scorsese y Robert de Niro por ejemplo.
Pero si algo tiene esta gran película es un estilo propio, aunque beba de referencias y fuentes conocidas, ese universo único con reglas propias.
Una de mis escenas favoritas tiene anécdota, Harrison Ford estaba enfermo y sin ganas de rodar, y la escena era la de la pelea en medio del pueblo, pero como no estaba para peleas (y Ford las rodaba) decidieron cambiar el guión y cargarse de un tiro al tipo del sable, así de sencillo.
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