En 1990 Francis Ford Coppola dirige la tercera parte de El Padrino, una película muy buena, sino fuera porque las dos primeras partes son obras maestras, pero claro la comparativa sería demasiado cruel. Aquí Michael Corleone (Al Pacino), heredero del imperio de don Vito Corleone, intenta rehabilitarse socialmente y legitimar todas las posesiones de la familia negociando con el Vaticano. Después de luchar toda su vida se encuentra cansado, tiene problemas de salud (diabetes que le dan bajadas de azúcar) y centra todas sus esperanzas en encontrar un sucesor que se haga cargo de los negocios. Vincent, el hijo ilegítimo de su hermano Sonny, será el elegido.
En una escena memorable, Michael va a ver al que será Papa (Ralf Vallone), y en la conversación que empieza con temas políticos, acaba en un momento cumbre, y es que el propio clérigo pide a Michael que se confiese, y a pesar de su inicial reticencia, ya que la lista de pecados después de 30 años es bastante larga... el momento en el que confiesa haber ordenado la muerte de su hermano Fredo es algo espectacular. "Tus pecados son terribles, y es justo que sufras" le dice el obispo mientras Michael llora.
Os dejo con esta mítica escena.
Este momento y el de la carta en voz en off al principio me encantan, joder es que vaya saga...
ResponderEliminarAbrazo.
Addison de Witt: Es que la tercera película sería una obra maestra de no ser, como digo, que tenía dos obras de cum laude antes que ella.
EliminarAbrazos.