Darren Aronofsky dirige La Ballena, una película que quizás en la mano de otro director hubiera sido insoportable, por decir algo que suene decente, pero la manera en que este director va llevando la historia, hace que encaje en todo su desarrollo, no chirrie y acabes sintiendo una pena y a la vez una compasión por el protagonista Charlie, al que da vida un Brendan Fraser al que este papel le ha dado su primer Oscar de la Academia a mejor actor principal, mezclando mucho dramatismo y a la vez mucha complejidad, toda la que lleva interpretar a un personaje de más de 200 Kilos y que ha perdido todo el respeto por sí mismo imaginable. Y todo esto sucede en una semana, tiempo que va transcurriendo a lo largo de las casi dos horas, y donde realmente se está diseccionando toda una vida.
Es curioso el comienzo del film, con el protagonista practicándose una masturbación sucia que casi le provoca la muerte mientras ve sexo en el ordenador para ayudarle, y te temes lo peor desde el principio, pero todo se reconduce y acaba con una disección literaria que le puede salvar la vida. El viaje del protagonista es absolutamente personal, y asistimos desde el primer día de esa semana a los restos de una decisión de vida, que él ya tomo hace mucho tiempo y lo cambió todo. Es el retrato de un personaje que ya no quiere vivir y que va cuesta abajo y sin frenos, buscando su autodestrucción, a la vez que intenta recomponer la relación con su hija Ellie, a la que da vida una excelente Sadie Sink, mientras se gana la vida dando clases de inglés online sin mostrar su físico alegando que tiene la cámara rota.
Pero la virtud de este film, es que algo que podría ser muy agónico y un auténtico calvario para el espectador, produce empatía por varias cuestiones, primero un guión que no te cuenta todo de sopetón (de hecho a veces te gustaría saber más detalles exactos de lo que pasó años atrás), mientras te guarda algo gordo para el final, y por otro lado, el personaje principal tiene muchas contradicciones, es educado, desprende ternura y tiene sensibilidad, pero el contraste con su hija que tiene muchos detalles malvados con él, al que siempre culpa de haberla abandonado te produce sensaciones complicadas. Es entonces cuando el espectador va descubriendo, dónde y como quiere el director, quién es Charlie, al que Brendan Fraser transmite una mirada melancólica impresionante, y que mediante sus muecas esconde el dolor constante que soporta estoicamente.
He de decir, que me ha sorprendido muy positivamente la actuación de Fraser, y que se disputaba la estatuilla con Austin Butler, que hizo de Elvis Presley en Elvis, y no sabría bien calibrar porqué uno lo gana y el otro no, pero sinceramente pienso que Butler lo merecía, una vez vistas ambas.
Os dejo con el tráiler del film.
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