Como decía ayer, Jonathan Demme dirige en 1991 El silencio de los corderos, basado en la novela de Thomas Harris que guionizó Ted Tally. Nos cuenta la historia de un asesino en serie llamado "Buffalo Bill" al que el FBI busca de manera algo ineficaz, que mata a sus víctimas, todas adolescentes, después de prepararlas minuciosamente y arrancarles la piel. Ya desde el comienzo nos encontramos con Clarice Starling a la que da vida de forma genial Jodie Foster (que logró el Oscar), una joven, brillante y ambiciosa estudiante de la academia del FBI que es enviada por su superior, Jack Crawford (Scott Glenn), a investigar los casos de asesinato cometidos por el apodado Buffalo Bill. Pero uno de los primeros pasos que da Clarise, bajo las órdenes de Crawford, será entrevistarse con el doctor Hannibal Lecter al que da vida un excelso y muy brillante Anthony Hopkins (recibió el Oscar por ello), un psiquiatra eminente y capaz de realizar los más certeros diagnósticos; pero el doctor Lecter es muy especial, está recluido en el módulo de alta seguridad del Manicomio de Baltimore, acusado de canibalismo, es un gran psiquiatra, pero a la vez un psicópata despiadado. Esta película está llena de escenas míticas, otra de ellas, es la de la fuga del Doctor Lecter de su prisión en un edificio de Memphis al que le han trasladado, en dicho traslado roba sigilosamente un bolígrafo al Doctor Chilton (Anthony Heald) que le valdrá posteriormente para quitarse las esposas y matar de manera canibal a los dos policías que le custodian, el Sargento Pembry (Alex Coleman) y su compañero el Teniente Boyle (Charles Napier), una de las escenas más salvajes vistas por un servidor en el cine. Precisamente cuando él va con la máscara y se produce el traslado a Memphis tiene una conversación con la senadora Martin (Diane Baker) cuya hija está secuestrada por Buffalo Bill, a la que da detalles para poder atrapar a su captor y a la que suelta una frase lapidaria: "Senadora... me encanta su abrigo".
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