Roman Polasnki dirige este film de producción francesa, llamado J'Accuse, conocido aquí como El oficial y el espía y que trata sobre el famoso Caso Dreyfuss, cuando en los últimos años del siglo XIX, en concreto en 1894, se condenó de manera injusta al oficial de artillería Alfred Dreyfuss por traición, producido por el profundo antisemitismo que estaba instalado en la sociedad francesa, y al que no era inmune el propio ejército francés. Le película relata estos hechos y los intentos posteriores del gobierno y el propio ejército en encubrir las malas y chapuceras artes empleadas para ello, desde la perspectiva de Georges Picquart, un oficial de policía que ascendió a jefe de inteligencia e información.
J'Accuse, el título original, es una referencia a la carta abierta de Émile Zola en el periódico L'Aurore, en la que el escritor, que aparece en la película, acusó al gobierno francés de antisemitismo con nombres y apellidos, creando un seísmo tremendo en la opinión pública francesa. Dreyfuss, de ascendencia judía, fue condenado, degradado y deshonrado hasta límites increíbles, de hecho la primera escena es la del degradamiento, en el que delante de todo el ejército francés se le quitan sus grados y es mandado a sufrir una condena a la Isla del Diablo en la Guayana Francesa, sin que los soldados que cuidan de él ni le dirigen la palabra.
Picquart, interpretado por un magnífico Jean Dujardin, una vez accede al cargo de jefe de inteligencia, empieza a investigar a otro oficial, Esterhazy, hasta llegar a la conclusión de que era este y no Dreyfuss el que pasaba información al ejército alemán y era el verdadero espía, sobre todo por el tema de la caligrafía. En sus pesquisas, se da cuenta de la bochornosa actuación del ejército y de todos sus miembros, incluidos sus subordinados, todos bajo la trama de hundir como fuera a Dreyfuss. Alfred Dreyfuss es interpretado por un Louis Garrel que encarna perfectamente el sufrimiento de su personaje.
También la subtrama de Pauline Monnier, interpretada por una todavía pujante Emmanuelle Seigner, que da vida a la amante casada de Picquart, no obstaculiza la trama, aunque relentice su ritmo.
Pero Polanski, como gran y veterano director tiene sus habilidades narrativas a un nivel extraordinario, y va desarrollando el complejo proceso judicial con fluidez y precisión, aunque a veces los pasos sean lentos, la seguridad de que se llega a un sitio concreto es indudable, dentro de la trama de espionaje, las evidencias falsificadas de manera torpe y el juego de testigos que todo proceso judicial conlleva. A medida que la trama se complica, se va viendo de que pasta está hecho cada uno de los envueltos en el caso, sentimientos y alianzas que cambian de lado y personajes de firmes convicciones que llevan hasta el final sus ideales.
Lo que sí me ha venido a la mente, por haberlas visto en cercanía temporal, es su contraste con la última cinta de Clint Eastwood, Richard Jewell, allí el americano apunta con el dedo a la prensa como cómplice de una torpe investigación policial, pero también como instrumento de juicio paralelo que se le hace a alguien inocente y que es más un héroe que un villano. La lucha que lleva a cabo Picquart contra el sistema para dejar claro quien era el espía y limpiar a su vez el nombre de Dreyfuss, algo que lleva hasta sus últimas consecuencias (él pasa un año en la cárcel) tiene paralelismo con la labor del abogado de Jewell, interpretado por Sam Rockwell.
En definitiva, una muy buena cinta, en la que la fotografía clásica y un excelente diseño de producción recrean una época de manera exacta, y nos cuenta una historia dura.
Os dejo con el tráiler.
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