El Lobo de Wall Street del año 2013, es el tríptico con el que Martin Scorsese pintaba o dibujaba a la sociedad americana de consumo, es decir, del dinero, a esa misma sociedad que terminará, inevitablemente, metida de lleno en la crisis económica actual. Esta oda a la depravación funciona como algo impactante a través de la pantalla, de efecto inmediato, risas, nerviosismo, excitación, súperpoderes que duran lo que el subidón de la sustancia ingerida, pero toda droga que se toma tiene un precio de consumo elevado.
La película cuenta la historia de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), agente de bolsa cuyas habilidades para el negocio acaban convirtiéndole en el magnate de los mercados, situado por encima de la ley, y de cualquier atadura moral, es decir hace lo que le viene en gana, y además nos narra y nos guía en el film. Todas las situaciones que se dan a lo largo de 180 minutos, son pasadas por su punto de vista. Se trata de un hedonista, vividor, ninfómano y un drogadicto-pastillero encantado de serlo e incluso alardea de ello. Belfort, viene a encarnar el estereotipo negativo definitivo del malo malísimo de éstos nuestros tiempos, un tipo de personaje que Scorsese siempre ha tratado de forma genial, y me refiero a un tipo que ya no utiliza armas ni va a la guerra, sino una persona incrustada dentro de la sociedad, que le saca el jugo hasta el fondo para disfrutarlo de manera excesiva y sin límites.
Precisamente una escena donde todo esto queda muy bien definido, es aquella en la que Belfort explica que se mete todo tipo de drogas, mientras sale por la mañana de su mansión, pero de todas las drogas la que es su favorita... es el dinero.
La película cuenta la historia de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), agente de bolsa cuyas habilidades para el negocio acaban convirtiéndole en el magnate de los mercados, situado por encima de la ley, y de cualquier atadura moral, es decir hace lo que le viene en gana, y además nos narra y nos guía en el film. Todas las situaciones que se dan a lo largo de 180 minutos, son pasadas por su punto de vista. Se trata de un hedonista, vividor, ninfómano y un drogadicto-pastillero encantado de serlo e incluso alardea de ello. Belfort, viene a encarnar el estereotipo negativo definitivo del malo malísimo de éstos nuestros tiempos, un tipo de personaje que Scorsese siempre ha tratado de forma genial, y me refiero a un tipo que ya no utiliza armas ni va a la guerra, sino una persona incrustada dentro de la sociedad, que le saca el jugo hasta el fondo para disfrutarlo de manera excesiva y sin límites.
Precisamente una escena donde todo esto queda muy bien definido, es aquella en la que Belfort explica que se mete todo tipo de drogas, mientras sale por la mañana de su mansión, pero de todas las drogas la que es su favorita... es el dinero.
Os dejo con la mítica escena.
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