Es la primera obra de teatro de la que hablo, y lo hago aquí, en mi blog de cine, si porque si los actores van del teatro al cine y viceversa, ¿porqué no voy a hablar de teatro en un espacio de cine? Pues vamos allá. Ayer tuve la gran suerte de poder ver "La Última Sesión de Freud", una obra dirigida por la británica Tamzim Townsend e interpretada por Helio Pedregal en el papel Sigmund Freud y Eleazar Ortiz como C.S. Lewis.
Pongámonos en situación, estamos en el 3 de septiembre de 1939, justo cuando Hitler empieza a extender sus tentáculos, invade Polonia (antes Austria) e Inglaterra ese mismo día le declara la guerra a Alemania. Mientras tanto, Sigmund Freud que tuvo que emigrar a Londres donde refugiado entre libros y reproducciones de figuras divinas de la antigüedad, libra su particular batalla contra un cáncer de boca. Tiene recomendado no hablar, no fumar, pero no obedece a ninguna de esas recomendaciones médicas, lo que acelera su empeoramiento de salud, aunque para él esos dos vicios le regeneran como pensador. Así se mezclan su derrumbamiento físico y el de Europa que lleva inevitablemente a la Segunda Guerra Mundial. En ese instante recibe la visita de C.S. Lewis, catedrático de Oxford, que sirvió como soldado en la I Guerra Mundial (herido en combate) y autor entre otras de "Las Crónicas de Narnia" y muy amigo de Tolkien.
Es entonces cuando se produce el grueso de la obra, la charla entre ambos, con momentos de encendido debate, donde salen temas como el arte, la existencia de Dios, la vida y la muerte, etc., en un duelo de dos personalidades opuestas completamente, tanto en ideología como por sus momentos vitales.
Durante la larga conversación entre ambos al principio C.S. Lewis se disculpa por haber ofendido a Freud, a lo que él replica como que no se sintió ofendido, y que a él lo que le encanta es debatir, exponer sus ideas, aunque en el interlocutor del otro lado tenga a alguien con pensamiento totalmente contrario. Pero es ahí, en un contexto histórico tan clave, donde ambos se enzarzan en disquisiciones de todo tipo, con pequeñas interrupciones bien por un aviso falso de bombardeo, o por los ataques de tos por los que sangra Freud.
Pero ante todo, la interpretación de ambos actores es brutal, Helio Pedregal, con su experiencia y saber sobre las tablas va de la tozudez al sarcasmo de manera brillante, del miedo a morir al nihilismo racional. La posición de C.S. Lewis interpretado magníficamente por Eleazar Ortiz, es la de Dios, un hombre reconvertido a la fe, que cree en la existencia de Dios, su presencia y su toque salvador que da esperanza.
Se producen momentos muy álgidos cuando hay el choque de trenes entre un ateo y un creyente, cada uno defendiendo sus posturas sin perder los papeles, eso si con momentos enérgicos. Es ahí en donde la fuerza dramática y el pulso entre ambos genera un ritmo combinado que le queda genial a la representación.
También hay humor e ironía constante, algo que da agilidad en todo momento.
En definitiva, una muy recomendable obra, donde se enfrentan amistosamente el Padre del psicoanálisis, austriaco y de padre judío, con un irlandés de Belfast que perdió la fe en su adolescencia para recuperarla en la treintena influido por gente como Tolkien, justo en el momento en el que el mundo tiembla (y temblará mucho más) y nada parece tener sentido ya.
Os dejo con este vídeo-reportaje sobre la representación.
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