Tras su prometedor debut en la dirección con la modesta y de buenas intenciones "El hombre sin rostro" de 1993, Mel Gibson, se arriesga con una superproducción poco frecuente en los 90.
Dirige en 1995 un drama histórico y épico de 3 horas, dónde la fuerza, el ritmo y el romanticismo son su bandera acerca de un héroe independiente escocés de principios del siglo XIV, William Wallace. Su relato de gloria y libertad, sus grandes escenas de acción, y la gran actuación de los actores elegidos, le hicieron llevarse varios Óscars (mejor película, director, fotografía, sonido y maquillaje) y arrasar en taquilla. La cinta se preocupó más de la ambientación que del rigor histórico, cometiendo bastantes idas de licencia histórica.
Hoy quiero destacar la escena del comienzo de la batalla de Stirling, en la que al principio William Wallace llega a lomos de su caballo, se baja y recibe junto a los suyos la oración que les dan varios sacerdotes antes de la lucha. Los escoceses provocan enseñando sus atributos ya que no llevan nada debajo de sus faldas, los ingleses ansiosos empiezan a lanzar flechas con sus arqueros ante los que llaman insolencia de Wallace, ellos se protegen con sus escudos, pero no todos se salvan, algunos son heridos, la respuesta es enseñar los culos... y vuelven a llover flechas, que dan de lleno a más de uno.
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