jueves, 19 de noviembre de 2020

Escenas míticas del cine (CLVIII)

El pasado domingo pude ver por fin Dolor y Gloria, la última película de Pedro Almodóvar, tan premiada en la pasada gala de los Goya y que no fue tenida en cuenta por la Academia de Hollywood para sus premios Oscar a mejor película extranjera. La película es buena, no la mejor del cineasta manchego para mi gusto, pero si que tiene dos aspectos a valorar muy importantes, primero la aparente egolatría del director al hablar claramente de sí mismo, a través del personaje de Salvador Mallo que directamente borda Antonio Banderas, y aquí si que hago un inciso, me parece la mejor actuación del malagueño en su carrera, así de claro y por otro lado esa manera de visionar a su tierra, tan diferente y a la vez tan cercana. Lo más curioso es que esa supuesta egolatría, ha sido transformada en honestidad del director por los que le adoran, que tampoco digo que no lo sea. Pero si que se me antojan excesivos tantos premios, y ya digo que hay aspectos del film que si merecen reconocimiento, y creo que el más claro ya lo he expresado.
La historia narrada es la de Salvador Mallo, un cineasta que vivió tiempos de gloria en los ochenta y que ahora, tras años retirado debido a una serie de dolores crónicos y problemas de salud varios, es llamado por la Filmoteca para reponer y restaurar una película suya de hace 32 años, llamada Sabor, para lo que tiene que reconciliarse con el aún más egocéntrico actor que protagonizó aquella película, Alberto Crespo (al que da vida Asier Exteandia), además de los recuerdos de su vida de infancia que le atormentan, y los últimos años que pasó cuidando a su madre y su relación con ella.
En una escena del principio, Salvador llega a casa de Alberto y le cuenta lo de la filmoteca, pero llevan exactamente 32 años sin hablarse... y como le dice Salvador... "los chismes envejecen, como las personas".


Os dejo con la escena.




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